El día de la silla
Hoy es para mí, día de la silla.
Es aquél día de la semana donde me siento en mi silla de pensar y paso la mayor parte del día: pensando.
No recuerdo dónde y a quién le escuché por primera vez hablar del día de la silla. Creo que fue una historia sobre Einstein. También he escuchado algo parecido sobre Warren Buffett.
Independientemente del origen de este concepto, pasar un día pensando es de mis rutinas más importantes.
Cuando tenemos las manos ocupadas, no dejamos lugar para pensar. Me refiero a pensar de manera profunda y analítica sobre diferentes asuntos, encontrando soluciones a problemas actuales y buscando oportunidades en situaciones futuras.
En el día de la silla es donde suelen aparecer las mejores ideas, pero te mentiría si te dijera que siempre es así.
Hay días de la silla donde lo único que encuentro son más problemas a los problemas, donde me hundo en dudas y temores. Pero no es tan malo. Pensar en el peor escenario posible me ayuda a definir muy bien el camino a tomar y una vez que en mi mente, el camino se ve claro, las oportunidades a lo largo de ese trayecto se vuelven obvias.
El día de la silla no se usa para pensar en algo en específico. No se trata de dedicarlo a un tema en particular sino a dejar que la mente tome el control y se vaya a donde quiere. Yo lo veo como el día donde dejo libre a mi perro para que corra y se divierta como quiera y donde quiera.
Si aún no lo has hecho, comienza a practicar el día de la silla.