7 errores que he cometido como empresario a lo largo de los años
Hace 17 años atrás creé mi primera empresa. Tenía 18 años de edad en aquel momento y la empresa era de producciones musicales. Buscaba y “fichaba” a grupos musicales underground (totalmente desconocidos) y me convertía en su manager y productor. La empresa duró cerca de 1 año. Por inexperiencia en los negocios y por falta de estructura organizacional.
Hoy, soy dueño de 2 empresas, inversor capitalista en otra y en pocos meses, abriré mi primera empresa en España.
A lo largo de estos años, he cometido muchos errores y estoy seguro que los seguiré cometiendo. Me enfoco en intentar no cometer los mismos errores dos veces, en tomar al aprendizaje que me dejaron, abrir paso a los nuevos y así aprender también de ellos.
De todos los errores que he cometido, hay 7 en particular que quiero compartir contigo y hablarte de lo que aprendí con ellos:
1.- No dejar acuerdos por escrito: crear alianzas y colaboraciones con amigos trae muchas ventajas, pero cuando las cosas no salen bien, es cuando nos arrepentimos de no haber dejado todo claramente estipulado por escrito desde el inicio. A veces, por no querer ofender la sensibilidad de la otra persona, no le exigimos la firma de un acuerdo o contrato, pero créeme: más vale un amigo medianamente ofendido que un socio o aliado en guerra con nosotros;
2.- Tomar decisiones basado en la esperanza y la confianza: El optimismo y la actitud positiva son esenciales para tener éxito, pero las decisiones no se deben tomar basados en ese estado mental. Hay un dicho que dice “En Dios creemos. Todos los demás, que traigan datos”. La fé no es suficiente para tomar una decisión, los datos y las métricas son más importantes en los negocios;
3.- Pedir opiniones a compañeros del sector: Como el ser humano no es una isla, busca apoyo, refugio y opiniones en las demás personas. En los negocios, queremos conocer la opinión de compañeros del sector para poder contrastar lo que estamos haciendo. Suena a muy buena idea, ¿no? no siempre. De hecho: pocas veces es buena idea. Tenemos que saber a quien escuchar y la intentción que está detrás de su opinión o sugerencia. Si no confías al 100% en el criterio y en la intención de la otra persona, no te tomes muy en serio sus opiniones;
4.- Escuchar las opiniones de familiares y amigos: peor que pedirle la opinión a un compañero, es escucharla (sin habérsela pedido) a un amigo o familiar. Ellos, en su buena intención y en su deseo de hacernos sentir bien con lo que “creen” que es mejor para nosotros, nos dan opiniones terriblemente sesgadas y desde su perspectiva de profanos. A menos que tus amigos y familiares sean del mismo sector y confíes en su opinión y criterio al 100%, más vale no escucharlos.
5.- Concentrarme en mis mejores productos y descuidar los peores: Cuando un producto o servicio trae muchos beneficios, lo tratamos como a un bebé, lo cuidamos, lo alimentamos, le damos todas nuestra atención. Grave error. Todo producto o servicio tiene un ciclo de vida y cuando empieza a perecer, te das cuenta que ahora tienes un producto moribundo y otros productos a los que has descuidado todo este tiempo. El producto estrella merece una atención especial, pero los demás, también necesitan que los reguemos y los pongamos al sol de vez en cuando, para que vayan creciendo y sean fuertes en los momentos que los mejores productos comiencen a perecer.
6.- Competir y compararme con los demás: yo soy una persona sumamente competitiva. Lucho y me esfuerzo hasta ganar. Para mí, la derrota definitiva no tiene lugar en mi vida y esto me causa muchos dolores de cabeza. No todos somos iguales, cada persona tiene una historia que los demás desconocen. Hay ventajas competitivas que los demás tienen que nosotros no tenemos, pero eso no quiere decir que seamos peores que ellos. El único punto de comparación para continuar compitiendo, soy yo mismo. Me esfuerzo por ser cada día mejor que el anterior y mi mayor meta, es superar todas y cada una de mis otras metas anteriores.
7.- Postergar la ejecución de una idea: Todos tenemos ideas de un millón de dólares en la cabeza. Pero las ideas no valen nada. La ejecución de las ideas, es lo que vale. En dos oportunidades en mi vida, he tenido una idea maravillosa, que no llevé a cabo a tiempo y perdí mi oportunidad. Poder distinguir entre una idea millonaria de una idea banal y ordinaria, requiere experiencia, conocimientos y buen juicio. Llevarla a cabo, solo requiere de determinación y acción.
Cometer errores nos ayuda a mejorar y a crecer. Por más dolorosa que sea la consecuencia del error, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y seguir adelante.
¿Cuáles errores has cometido y qué aprendizaje te ha quedado con ellos? Cuéntamelo en los comentarios.